-
Me gusta tu voz. –dije en uno de esos soberanos
momentos de verdad-
-
Ya me lo habían dicho antes, sí, que tengo buena
voz. –se limitó a contestar-
- Me gustan también tus ojos. –continué navegando
suave en ese soberano momento de verdad-
-
Sí fíjate… siempre me dicen. –exclamó triunfante
con la voz de su pasado-
-
Me gusta el huesito de tu cadera. –dije yo, no
sabiendo ya porque-
-
Ah sí… ya me habían dicho. –murmuró entre
dientes-
-
… -ah-
-
¿No puedes decirme algo que no me hayan dicho
antes?. –inquirió-
Y la verdad fue que, por más que
quise no pude.
Macu. Kitschmacu.
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